El miedo a gastar ¡tiene nombre!

Gastar no gusta a todos por igual, se haga para cosas necesarias o superfluas. Aunque podría ser satisfactorio para la mayoría (si gastas dinero es porque lo tienes), la verdad es que existe un gran grupo de población a quien le entra sudores fríos con solo pensar que tienen que abrir el monedero.
Si no tienes miedo alguno y lo que te falta es dinero, recuerda que los créditos rápidos pueden servirte de ayuda. Con un uso responsable y teniendo claro que hay que devolverlos, son una solución factible para hacer frente a esas necesidades o deseos que no te apetece posponer.
El miedo a gastar puede venir de lejos: una vida de carencias, el miedo a empobrecer, la codicia… Ni ser el más rico del cementerio ni ser un manirroto: las finanzas personales tienen que encontrar un equilibrio adecuado para ser feliz con lo que se tenga. Si al leer esto crees que tienes pánico al gasto, puede que tengas crometofobia.
Crometofobia: el terror por gastar
Según la BBC, la crometofobia es el miedo excesivo a gastar dinero. Aunque no está reconocida por la OMS (Organización Mundial de la Salud) como un trastorno, si es una condición presente en la sociedad. Cuando comprar cosas crea una ansiedad que interfiere en el desarrollo de la persona, hay que activar las alarmas.
Es, en definitiva, una fobia originada por la ansiedad desmesurada ante el hecho de gastarse el dinero. La ansiedad, emoción experimentada antes ciertas situaciones que se reciben como amenazas o peligros, está completamente desproporcionada con la realidad, pero no puede controlarse.
Cuando el pánico a gastar empieza a afectar las relaciones personales, familiares, laborales o sociales y es duradero en el tiempo, puede que sea un caso de crometofobia. Un ejemplo de ello es no querer quedar con amigos por miedo a gastar, temer la llegada de un cumpleaños por el hecho de comprar un regalo o salir a cenar e ir cenado de casa.

El dolor se parece al de daño físico
El portal del cliente bancario del Banco de España apunta más lejos al señalar que el dolor que se experimenta ante el gasto es similar al físico. La explicación es que se estimulan las mismas regiones cerebrales, así que hay que intentar reducir el dolor porque, a veces, no hay más remedio que gastar.
Cómo reducir el dolor a pagar
Para intentar reducir el sufrimiento al mínimo, ahí van una serie de consejos. En caso de que no funcione, siempre te quedará la terapia conductual con algún experto en la materia si ves que la vida así es difícil o imposible.
1. Ojos que no ven, corazón que no siente. Cuando hagas un pago, no focalices toda tu energía y atención en el momento exacto de pagar. No sientas el pago como una pérdida y así dolerá menos. Un pago es un pago.
2. Separa la acción de consumir con la acción de pagar para que no coincidan. Por ejemplo: estás en una terracita con amigos tomando algo al sol. Primero pides, después disfrutas y luego pagas. Pagar y consumir a la vez hace que se disfrute menos de la compra y sea menos placentero.
3. Junta todos los gastos para que el dolor de desdibuje un poco. Al agruparlos y verlos unidos, el impacto es menor que si se reciben todos separados. Da igual que sean de distinta naturaleza y precios: se ven una vez y se sufre una vez, no se desmenuzan.
Pagar con tarjeta de crédito, por ejemplo, hace que se sea menos consciente del pago porque no hay que buscar dinero en el monedero. Además, separa la compra del pago porque se liquida una vez al mes y es un es un acto sencillo porque solo hay que acercar el método de pago al dispositivo.
Sin embargo, la tarjeta de crédito entraña sus riesgos. Si crees que es una opción para combatir ese miedo tuyo al gasto, úsala, pero pon límites de crédito y utilización. De lo contrario, se corre el riesgo de endeudarse demasiado. Por último, trata de combinar tres sistemas de pago: tarjeta de crédito, de débito y el pago en efectivo.